“Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia” (Levítico 25:10)
Cada cincuenta años en el calendario de Israel se conocía como el año del jubileo. Se suponía que la tierra debía estar en barbecho. Las propiedades se devolvían a sus dueños originales y los esclavos eran puestos en libertad. Era un tiempo gozoso de libertad, gracia, redención y descanso.
Cuando alguien compraba una propiedad, debía tener en cuenta la proximidad del año del jubileo. Por ejemplo, la tierra sería más valiosa si al tiempo de la compra faltaban cuarenta y cinco años para el año del jubileo. Pero si estaba solamente a un año de distancia, difícilmente era digna de comprarse. El comprador sólo podría tener una cosecha.
Hay un sentido en el que la venida del Señor será el año del jubileo para los creyentes de hoy. Entrarán en el descanso eterno en la casa del Padre. Serán libres de los grilletes de la mortalidad y recibirán cuerpos glorificados. Todas las cosas materiales que les han sido confiadas como administradores serán devueltas a su dueño original. Debemos tener esto en cuenta al valorar nuestras posesiones materiales. Podemos tener millones en propiedades, inversiones y depósitos bancarios. Pero si el Señor viniera hoy, ya no tendrían ningún valor para nosotros. Cuanto más cerca estamos de Su venida, menos valor real tienen. Esto significa que debemos invertirlas hoy para el adelanto de la causa de Cristo y el alivio de la necesidad humana. Así como el año del jubileo era anunciado con el toque de una trompeta, así el regreso del Señor será anunciado con el sonido de la “última trompeta”.
“Todo esto nos enseña una excelente lección. Si nuestros corazones valoran la esperanza inalterable del retorno del Señor, debemos aligerarnos de todas las cosas terrenales. Es moralmente imposible que podamos estar en la actitud de esperar al Hijo del cielo y no estemos despegados de este mundo presente... Aquel que vive en la expectación diaria de la aparición de Cristo debe desligarse de lo que será juzgado y disuelto cuando venga... Quiera Dios que nuestros corazones sean impresionados y nuestra conducta influenciada en todas las cosas por esta verdad tan preciosa y santificante” (C. H. Mackintosh).
DIA EN DIA
William MacDonald
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