“¿Y he de pagar lo que no robé?” (Salmo 69:4)
El que habla en el Salmo 69 es el Señor Jesús. En el versículo 4 nos dice que en Su gloriosa obra de redención, restituyó a Dios por las pérdidas que habían sido causadas por el pecado del hombre. No hay duda que se describe a sí mismo como la verdadera ofrenda por los delitos.
Cuando un judío robaba a otro judío, la ley de la ofrenda por el delito requería que pagase la cantidad que había robado y añadiera un quinto de ese valor.
Dios ha sido robado por el pecado del hombre. Se le ha robado servicio, adoración, obediencia y gloria. Se le ha robado servicio porque el hombre se volvió para servirse a sí mismo, al pecado y a Satanás. Se le ha robado adoración porque el hombre se inclinó ante las imágenes talladas. Se le
ha robado obediencia porque el hombre rechazó la autoridad de Dios. Se le ha robado gloria porque el hombre no ha querido darle el honor que le es debido.
El Señor Jesús vino a pagar lo que no robó.
Su más divino atavío a un lado arrojó,
Y con ropaje de barro Su Deidad cubrió,
Y así Su maravilloso amor mostró,
Pagando lo que nunca robó.
No sólo pagó lo que fue robado por el pecado del hombre sino que añadió más. Pues Dios ha recibido más gloria a través de la obra terminada de Cristo que lo que perdió por medio del pecado de Adán. “Perdió criaturas por el pecado, ganó hijos por la gracia”. No nos equivocamos ni un ápice si decimos que Dios ha recibido más gloria por medio de la obra del Salvador que la que pudo recibir en una eternidad por miles de “Adanes” no caídos.
Quizás tenemos aquí una respuesta a la pregunta: “¿Por qué Dios permitió que entrara el pecado?” Sabemos que Dios pudo haber hecho a los hombres sin el poder de la libre elección moral. Pero escogió hacerlos con la facultad de amarle y adorarle por su propia voluntad. Eso significa que pueden tener la habilidad de desobedecerle, rechazarle, y volverle la espalda. El hombre ha escogido desobedecerle, introduciendo así el gran holocausto del pecado. Pero Dios no fue derrotado por el pecado de Sus criaturas. En Su muerte, sepultura, resurrección y ascensión, el Señor Jesús triunfó sobre el pecado, el infierno y Satanás. Por medio de Su obra, Dios ha recibido una gloria aún más grande; y el hombre redimido ha recibido más abundantes bendiciones que si el pecado nunca hubiera entrado a este mundo nuestro.
DIA EN DIA
William MacDonald
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