miércoles, 9 de septiembre de 2015

Salid de ella, pueblo mío

Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.
Apocalipsis 18:4-5



Hugo Bouter

El principio de la separación del mal, como por ejemplo salir de Babilonia (figura de un sistema religioso falso), puede ser hallado a lo largo de toda la Biblia. Lo observamos al principio, en el llamamiento que recibió Abram para salir de Ur de los caldeos (Génesis 11 y 12) y, hacia el final, en la exhortación de Apocalipsis 18: “Salid de ella, pueblo mío”.
Separarse de aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Dios es el aspecto negativo de la cuestión. Separarse hacia Dios, volverse a Dios y a su Palabra, es el aspecto positivo.
En los tiempos de Esdras y Nehemías, esta separación implicaba subir a la tierra prometida y, particularmente, a Jerusalén, el lugar que había sido establecido por Dios mismo como el centro donde se debía adorar.
Este principio sigue teniendo vigencia para nosotros, creyentes del Nuevo Testamento, pero debemos aplicarlo ahora en el orden espiritual. Es muy importante que logremos un genuino avivamiento espiritual, un retorno a la Palabra de Dios revelada y a Su voluntad. Muchas veces, sin embargo, el valor de todo esto debería ser apreciado desde un punto de vista colectivo. Lutero, en su época, hablaba de la cautividad babilónica en la que estaba la Iglesia y exhortaba a regresar a la sola Palabra de Dios. Toda la Escritura nos ha sido dada para nuestra instrucción, como por ejemplo aquellos pasajes que nos relatan el retorno desde Babilonia de un remanente de las doce tribus. El llamado a salir que encontramos en 2.ª Corintios 6: 17,18, es, de hecho, una cita de Isaías 52:11 que alude claramente al remanente que partía de Babilonia hacia Jerusalén llevando los utensilios del Señor, elementos santos del templo.
En relación con este tema, los libros de Esdras y Nehemías nos ofrecen una clara enseñanza acerca de su aplicación. La verdad de la Iglesia como la Casa de Dios, el templo del Dios vivo, debería ser puesta en práctica. Cristo mismo debería ser el centro de los suyos. Aquellos santos utensilios del templo hablaban de Él. Cristo mismo debería ser el centro de las reuniones de la asamblea. Hay muchos otros pasajes de las Escrituras que nos ofrecen pensamientos similares en cuanto al principio de salir a Él para reunirnos a sus pies como su rebaño. Consideremos los siguientes pasajes:
1. Como cristianos, nos reunimos en o hacia Su nombre (Mateo 18:20). Él está allí, en medio de los suyos. El Señor nos llama hacia Él mismo como el centro de la reunión.
2. La salida de las vírgenes en la parábola de Mateo 25 nos brinda una enseñanza muy clara. Deberíamos caminar hacia el encuentro del Señor con lámparas encendidas: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (v. 6).
3. El buen Pastor conduce a sus ovejas fuera del redil judaico (Juan 10). En Su presencia hallamos seguridad, alimento, libertad y vida en abundancia.
4. Debemos salir a Él fuera del campamento del judaísmo (Hebreos 13:13). El Señor es el verdadero sacrificio y el verdadero altar; el centro de la adoración cristiana. Este es el motivo del siguiente llamamiento: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”
5. Debemos limpiarnos de los utensilios para usos viles que hay en medio de la cristiandad, a fin de ser instrumento para honra, santificado y útil al Señor (2.ª Timoteo 2:21).

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