“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:10-12)
En el mundo estaba. Fue una gracia increíble que el Señor de la vida y de la gloria hubiera venido a vivir en este minúsculo planeta. No sería de interés periodístico que de alguien se dijera: “Estaba en el mundo”. Eso es algo sobre lo que el hombre no tiene control. Pero para Él, fue una elección deliberada, un acto de compasión maravillosa.
Y el mundo por Él fue hecho. ¡La maravilla aumenta! Aquel que estaba en el mundo es el que hizo al mundo. El que llena el universo se redujo a sí mismo al cuerpo de un bebé, un joven, un hombre, y en ese cuerpo habitó toda la plenitud de la Deidad.
Pero el mundo no le conoció. Este fue un caso de ignorancia inexcusable. Las criaturas debieron reconocer a su Creador. Los pecadores debieron haber sido sacudidos por Su ausencia de pecado. Debieron conocer por Sus palabras y Sus obras que en Él había más que un simple hombre.
A lo suyo vino. Todo lo que estaba en el mundo le pertenecía. Como Creador, tenía derechos innegables a todo lo creado y pese a eso no traspasó la propiedad de nadie.
Y los suyos no le recibieron. He aquí la ofensa máxima. El pueblo judío le rechazó. Jesús tenía todas las credenciales del Mesías, pero no quisieron que los gobernara.
Mas a todos los que le recibieron. Esta es una invitación ilimitada. Ha sido extendida a judíos y gentiles igualmente. La única condición es que deben recibirle.
A los que creen en su nombre. Los términos no pueden ser más sencillos. La autoridad para llegar a ser hijos de Dios se concede a todos aquellos que, por un acto definido de fe, reciben a Jesucristo como Señor y Salvador.
Les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. ¡Qué favor tan inmerecido, que los pecadores rebeldes vengan a ser hijos de Dios a través de un milagro de amor y gracia!
Aquí tenemos noticias buenas y noticias malas. Primero las malas: “el mundo no le conoció” y “los suyos no le recibieron”. Luego las buenas: “mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Si no le has recibido todavía, ¿por qué no creer hoy en Su Nombre?
DIA EN DIA
Willam MacDonald
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