viernes, 4 de septiembre de 2015

¿Deberían las escuelas enseñar valores "morales"?



Inevitablemente lo hacen. Pero la pregunta crucial es: ¿Cuáles valores?

Años atrás, los libros de historia presentaban héroes hono­rables, modelos de fe, valentía, honestidad e integridad. Las lecturas elementales presentaban a los niños caracteres me­morables que demostraban amor genuino, no volátiles senti­mientos amorosos, sino aquella clase de amor profundo que con tanta frecuencia es ridiculizado en el día de hoy.

Un atrevido nuevo plan ha tomado su lugar: textos que cuidadosamente se han "peinado", de cualquier traza de inclinación bíblica. Literatura libre de palabras tales como esposa, esposo o matrimonio. Libros que recalcan realidad e importancia mediante los modelos de adulterio, deshonestidad y abuso de drogas.

Este programa llamado clarificación de valores, «progre­sivo» desafía a nuestros hijos a defender o negar todas sus preciosas metas y principios de los días pasados. Insiste en que los únicos valores verdaderos son aquellos que el niño escoge por sí mismo en respuesta a sus necesidades inmediatas, , deseos y circunstancias. Les dice: «¡Hagan lo que les parezca!» El resultado es un creciente caos social entre la gente que, como el Israel del tiempo de los Jueces, «cada uno hacía lo que bien Ie parecía»

Una madre en Kenosha, Wisconsin experimentó los dolo­rosos efectos de lo que sus hijos aprendieron en la escuela:

Cuando mis primeros dos hijos alcanzaron el tercer grado, me di cuenta de que algo andaba mal. El hijo que yo llevaba par La mañana a La escuela no era el que yo recogía por la tarde. Si este cambio hubiese sido un cambio positivo que reflejara progreso académico, habría estado feliz. Sin embargo, el cambio que advertí estaba en su sistema de valores. Parecían insensibles a los valores morales que yo había estado tratando de implantar en ellos como madre, de modo que me sentí como que hubiera fracasado[. . .}

Falle porque había dado por hecho que las escuelas a las que asistían mis hijos eran como aquellas a las que yo había asistido.

Encontré en cambio que la dinámica de las escuelas había cambiado de educación a adoctrinación. Me di cuenta de que los valores que había implantado en mis hijos no se habían reforzado o respetado en las escuelas, sino que se habían desafiado sistemáticamente en la sala de clases.

Diseminándose como un cáncer, esta transformación de los valores se extiende desde cada centro de nuestro sistema educacional a todas sus partes. En nombre del progreso, promueve un tipo de libertad de compromiso egocéntrica y autocontrol.

En la educación transpersonal, el alumno es desafiado a ser despierto y autónomo, a cuestionar, a explorar todos los rincones y resquicios de la experiencia consciente, a buscar significados, a probar los límites externos, a comprobar fronteras y las pro­fundidades del yo
 Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy [La conspiracion de Acuario].

Berit Kjos

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