jueves, 24 de septiembre de 2015

LAS ESCUELAS Y LA GLOBALIZACION

Quien controla a la juventud, controla el futuro. (Adolfo Hitler)


Bajo la apariencia de enseñar un pensamiento mundial, hay un creciente elemento en el movimiento educacional global que quiere que los niños adopten la filosofía místico/ocultista de Oriente. La educación global supuestamente es para enseñar a los niños que ellos son «ciudadanos» de una aldea universal. Educadores místicos globales van más allá de los asuntos políticos, económicos, y tecnológicos hasta incursionar en lo que ellos llaman «consciencia planetaria». Este «mas alto nivel» de la conexión global dicen ellos, traerá al mundo paz y prosperidad (Eric Buehrer, Asociación nacional de educadores cristianos).

Una engañosa esperanza está surgiendo a través de nuestra sociedad de hoy: ¡Podemos hacerlo! Podemos recrear la tierra y completar el proceso evolutivo. Cuando eliminemos las ba­rreras nacionales, seremos uno. Al unir las conciencias alrede­dor del mundo, podemos llegar a ser una súper raza, la verda­dera familia mundial de Dios.

Las semillas de este sueño utópico fueron sembradas por John Dewey. Alimentado por la calurosa amistad entre la humanista NEA y la UNESCO, el concepto de unidad mundial echo sus raíces bien profundamente en cada nivel de la educación publica. En su libro sobre educación global, New Genesis: Snaping a Global Spiritualy [Un nuevo génesis: Modelando una espiritualidad global], el doctor Robert Muller, subsecre­tario de la UNESCO (Consejo Económico y Social de las Nacio­nes Unidas), desenmascara el carácter espiritual del movimiento:
A escala universal, el género humano está bus cando nada menos que su reunión con lo «divino», su trascendencia hacia siempre formas de vida más alta. Los hindúes llaman a nuestra tierra Brahma, o Dios, porque ellos precisamente no ven diferencia entre nuestra tierra y lo divino. Esta vieja y simple verdad esta apare­ciendo lentamente de nuevo en la humanidad[. . .] mientras estamos a punto de entrar a nuestra era cósmica y llegar a ser lo que siempre quisimos ser: el planeta de Dios.

Para los «evolucionistas» de la Nueva Era, el sueño de una unidad global justifica cualquier procedimiento, por cuestio­nable que sea. No es sorpresa, entonces, encontrar que en las aulas se estén enseñando los pasos para alcanzar esta altiva visión. La fórmula que substituye la sabiduría de Dios con valores engañosos puede también cambiar el mundo: aplastar lo viejo; y entonces de sobre sus cenizas surgirá una nueva tierra, un mundo libre de culpa, miedo, opresión y pobreza. El tiempo esta maduro para comprar la mentira.

«Empezando con el año escolar 1982-83 se comenzó a enseñar a los niños la ciudadanía mundial en lugar de la ciudadanía esta­dounidense. Esto se hizo gracias a una orden dada a través de los profesores del Concilio Nacional de Estudios Sociales» (Dr. William M. Bowen, Jr.)2


Esta transformación va en aumento a medida que millones alrededor del mundo esperan el mundo de armonía, amor y unidad de la Nueva Era, un mundo de perfeccionamiento del dios-hombre, que sigue la sabiduría del Yo.

Berit Kjos.

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