domingo, 13 de septiembre de 2015

EL REMANENTE

 En el pasado y el presente
C. H. Mackintosh



Seguir, a través de las Escrituras, la historia de lo que se conoce como el remanente, es, además de interesante, muy instructivo y alentador. Podemos señalar desde el principio que la existencia misma de un remanente demuestra el fracaso del testimonio visible o cuerpo profesante, ya sea judío o cristiano. Si todos fueran fieles, naturalmente no habría ninguna razón moral para que exista un remanente, ninguna necesidad de distinguir a unos pocos del cuerpo general de profesantes. El remanente, en todos los tiempos, se halla constituido por aquellos que reconocen y sienten el fracaso y la ruina comunes, y que cuentan con Dios y se aferran a su Palabra. Éstas son las grandes marcas que caracterizan al remanente en todas las épocas. Hemos fallado, pero Dios permanece fiel, y su misericordia es desde la eternidad hasta la eternidad.

     A medida que sigamos las huellas del remanente en los tiempos del Antiguo Testamento, veremos que cuanto más decadente es la condición moral del pueblo, más rico es el despliegue de la gracia divina, y que cuanto más profundas son las tinieblas morales, más intenso es el brillo de la fe individual. Esto está cargado del más bendito estímulo para todo fiel hijo de Dios y siervo de Cristo que reconozca y sienta el naufragio y la irremediable ruina de toda la iglesia profesante. Es algo indeciblemente alentador para toda alma fiel estar segura de que, por más que la Iglesia haya fracasado, tiene el privilegio de gozar individualmente de una tan plena y preciosa comunión con Dios, y de andar en una senda de obediencia y bendición tan elevada como en los días más brillantes de la historia de la Iglesia. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario