Nadie puede afirmar que el estado de la iglesia de la cristiandad es de alguna manera o en cierto sentido el mismo que hallamos en la Palabra. Al principio no había catolicismo romano, no había ninguna iglesia nacional, ninguna denominación. Estaba la Iglesia de Dios, y nada más; la cual, se dirá, se corrompió muy rápidamente. Esto tuvo lugar porque hubo una iglesia que corromper, una asamblea en la cual algunos hombres fueron capaces de infiltrarse. ¿Fue esta corrupción algo bueno, o algo que no atrajera juicio? ¿Acaso no ha avanzado terriblemente desde entonces? ¿Ha sido la iglesia de Dios restablecida en la tierra? ¿Acaso no debiera yo llevar luto por ella? ¿No debería escudriñar las Escrituras para ver cuál será su final, y prestar atención a ello? Hemos citado esta Palabra, ¡que cada uno juzgue delante de Dios lo que ella dice! Si estamos en tiempos penosos, ¿no nos ha dado la Palabra principios por los cuales podemos trazar la senda a través de la cual debemos andar? Si alguno tiene la convicción de que estamos en esos tristes tiempos de que habla 2.ª Timoteo 2 y 3, y quiere estar ante Dios, quien nos ha dado esos principios, en plena confianza en Cristo, el resultado en cuanto a su convicción no será dudoso. ¡Que sepamos cómo andar con Dios! Recordemos que en todas las posiciones en que el primer Adán falló, el hombre fue gloriosamente restaurado en el Segundo. Pero éste es un tema muy interesante, pero sobre el cual no puedo entrar en detalles en esta ocasión
Los que entienden la ruina son un pueblo de llanto y lamento
Caballero, no tengo esperanza de despertar la conciencia de la miseria universal de la Iglesia en los corazones de aquellos que participan de sus opiniones, ni de verlos afligidos con la aflicción del pueblo de Dios. Si bien Dios es capaz de obrar todo en las personas individuales, él emplea dos medios en su Palabra para conducirnos a juzgar rectamente respecto de la condición de Su pueblo: la comparación de esta condición con aquella en que Él los había puesto al principio (Isaías 5), y luego la cuestión de cuán lejos se halla este pueblo de estar en condiciones de presentarse delante de Dios en el tiempo de la manifestación de Su gloria (Isaías 6). La gente pone manos a la obra a fin de hacer iglesias y de establecer ancianos, simplemente porque no les perturba ni una cosa ni la otra. Llorar sobre Jerusalén, por más cierta que sea la seguridad de los elegidos, era la porción del corazón de Cristo. Aquellos que están a sus anchas en Sion, para usar una expresión del Antiguo Testamento, siempre despreciarán el dolor de quienes sienten lo lejos que la santa ciudad se ha apartado de su Dios. Tras la primera manifestación del poder de Dios en el establecimiento de Su pueblo, en varias épocas, aquellos que fueron guiados por el Espíritu de Dios, fueron siempre un pueblo de llanto y lamento: no por desconfianza en la fidelidad de Dios, sino agobiado por el sentimiento que es producido por la conciencia de la poca respuesta de parte de los fieles al poder y a la gracia de Dios. Conmovidos por la belleza de Su pueblo, visto (como Balaam los veía) con los ojos de Dios, ellos marchaban apesadumbrados a la vista de su condición práctica. Un profeta gozoso —excepto en la esperanza de la venida del Señor, o en el Señor mismo—, no se encuentra en la Palabra. Ya no me detengo más, pues, en este punto; dejo a Dios, que es siempre bueno, que obre en los corazones, conforme a su soberana gracia, para que los conduzca a que vean la Iglesia y su presente condición tal como él la ve, y que haga que ellos sientan lo mismo respecto a estas cosas, tal como su Espíritu hace que uno sienta.
J. N. Darby.
Tomado en parte de:
LA RUINA DE LA IGLESIA
En cuanto a su responsabilidad en la tierra
http://www.verdadespreciosas.org/
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