jueves, 18 de febrero de 2016

Viviendo contra la corriente



Nosotros que somos salvos, hemos de estar en un lugar aparte, como quienes han tomado posición con Cristo rechazado, ante el mundo que le ha crucificado; manifestados como hombres de una raza celestial: «irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo» (Fil 2:15). Esta es la misión ¡y cuán elevada! de los hijos de Dios. Pero cuesta mucho el vivir de esta manera. Tenemos que mantenernos cual roca solitaria en medio del ímpetu de un río caudaloso, ya que todo cuanto nos rodea está moviéndose, está bullendo; todo tiende a hacernos vacilar, una continua e implacable presión se ejerce sobre nosotros. Nos hallamos luchando en medio de una interminable oposición, la cual, tarde o temprano, nos arrastraría, sino pudiéramos contar con la firmeza de la ROCA.

Cuando vamos poniendo en práctica las palabras de Dios, entonces es cuando se levanta la tormenta contra nosotros. Ser miembro de lo que se llama una iglesia es cosa fácil; también lo es el hacer como todos los demás; el ser hombre honrado y buen ciudadano no ocasiona ninguna persecución. Uno puede reunir todas estas cualidades y, sin embargo, seguir la corriente mundana. Pero resplandecer como luminares por Dios en el mundo es cosa que provoca la enemistad; por doquiera que se ve al verdadero Cristo, se le odia. Si le ven a Él en mí, me odiarán por este motivo; por lo contrario, si gozo de buena reputación, si nadie se me opone, ¿qué significa eso para mí, como cristiano? Muy sencillo: no siendo manifestada la vida de Jesús en mi cuerpo mortal, no se puede ver a Cristo en mí.

J. N. Darby

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