¿No sabéis que Satanás es «el dios de este mundo», «el príncipe de la potestad del aire», el director de aquel monstruoso sistema? Es su energía, su genio inspirador, y su príncipe. Cuando Jesucristo estuvo en la tierra, el diablo fue a ofrecerle «todos los reinos de la tierra y su gloria», por cuanto decía «A mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos» (Lc 4:6-7). Estos versículos descorren el velo, y aparece a plena luz el verdadero objeto de todo culto religioso del hombre. La Escritura habla de Satanás como de alguien que era «lleno de sabiduría, y acabado de hermosura» (Ez 28:12), y que se disfraza de «ángel de luz» (2 Co 11:14). ¿Cómo extrañarse, pues, de que los hombres, tanto los indiferentes como los más reflexivos, sean engañados y seducidos? ¡Cuán pocos son los que tienen los ojos abiertos para discernir, por la Palabra de Dios y la unción del Espíritu Santo, el verdadero carácter del mundo! Algunos hay que creen haber escapado al lazo de la mundanalidad porque abandonaron lo que llamamos los placeres mundanos y se hicieron miembros de determinadas iglesias, o de asociaciones religiosas; pero se dan cuenta de que siguen permaneciendo en el sistema del mundo de igual modo que antes. Sólo que Satanás, príncipe de este mundo, les haca pasar de un departamento a otro, a fin de adormecer sus conciencias inquietas, haciéndoles sentir más satisfechos de sí mismos.
J. N. Darby
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