domingo, 7 de febrero de 2016

¿Cómo discernir lo que es del mundo y lo que es de Dios?





¿Cuál es el remedio? ¿Qué harán los que andan por el camino ancho y que hasta hoy vivieron de conformidad al sistema del mundo, para librarse de su influencia? ¿Cómo podrán discernir lo que es del mundo y lo que es de Dios? Dice el apóstol: «todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Ro 8:14). Normalmente, la vida cristiana ha de ser gobernada por Cristo, tal como el cuerpo de un hombre se halla dirigido por su cabeza; cuando se está sano, no se mueven la mano ni el pie, a no ser que lo mande la cabeza. Es precisamente en el mismo sentido que Cristo es la cabeza del cristiano (1 Co 11:3), el cual se halla entonces sometido a Él en todas las cosas, sean de poca o de mucha importancia. Así es como el cristiano hiere la mundanalidad en su propia raíz: la voluntad propia del hombre es el principio fundamental sobre el cual se halla edificado todo el sistema del mundo, mientras que la base de la vida cristiana no puede ser otra que la dependencia de Dios y la obediencia a Su voluntad.

J.N.D.

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