Este mundo no tiene gloria desde que se hizo culpable del asesinato del Hijo de Dios. Todos sus objetos bellos, su esplendor religioso, su sociedad y cultura, todo aquello en lo cual éste se jacta, todo está manchado ahora con sangre.
Esto es lo que quienes "piensan en las cosas terrenales" niegan. Rechazando la verdad de que Él está fuera de esta escena donde se despliega el orgullo y la locura del hombre, ellos tratan de ligar Su nombre al mundo que lo ha rechazado. Antiguamente ellos clamaron, "¡Crucifícale!" Ahora ellos adornan Su sepulcro.
Ellos no pueden ignorarlo completamente; Su impacto es demasiado fuerte y claro para eso. Es imposible que Dios en forma humana o mejor dicho en carne estuviese en el mundo y no dejase alguna evidencia de Su presencia detrás de Sí. De modo que ellos lo reconocen ahora como uno de ellos mismos.
Ha notado usted ¿qué todos hacen alguna demanda del Señor Jesús, aunque ellos odien Su cruz? Ellos hablan de Él como el gran ejemplo, el Maestro, el Mártir de cualquier cosa, pero que Él haya muerto para libertarnos de este presente siglo malo, que Su cruz es la línea que divide, esto ellos no lo aceptaran.
En contraste con estos "moradores de la tierra", es muy dulce leer de algunos "cuya ciudadanía está en los cielos." Ellos no encuentran aquí una patria o ciudad permanente. Ellos buscan la por venir. Su camino solitario de aflicción y separación es aquel que pisan en un mundo como este. Identificados por medio de la fe con un Cristo rechazado, y poseyendo Su vida, por medio del nuevo nacimiento, ellos no pueden sentirse en casa en la escena de Sus profundos sufrimientos y de Su terrible vergüenza. Como un pueblo especial y separado, ellos confiesan claramente que "buscan una patria," y están contentos con esperar por la gloria hasta el amanecer de Su aparición. Su camino de aislamiento y de peregrinos y extranjeros les es más querido que las riquezas del mundo, porque justamente Él "nos ha dejado ejemplo para que sigamos Sus pasos".
Este contraste es marcado ahora. Y marcado será al final. Tomados para estar siempre con Él serán todos aquellos que le han conocido como Señor y Salvador. Dejados en la tierra al lugar que ellos mismos han escogido para sus esperanzas serán aquellos que son enemigos de la cruz de Cristo.
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