sábado, 27 de febrero de 2016

ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO



"Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo" (Fil.3:18-20)


Aquellos referidos en Filipenses tenían la apariencia exterior de peregrinos, y aun así, de forma diferente a aquellos que comenzaron con aquello de lo que hablaba la sangre rociada sobre los dinteles de las puertas, ¡ellos eran enemigos de la cruz de Cristo!

Hubo personas que anduvieron así en Israel antiguamente. El mismo capítulo que presenta al pueblo comenzando su jornada, después de haber sido protegidos por la sangre del cordero, nos dice que "También subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado" (Ex.12:38). Exteriormente, quizás, uno podría haber tenido dificultad para distinguir a tales personas de la nación elegida, pero su verdadero carácter se manifestó en el desierto. En Núm. 11:4-6, tenemos el clamor de las personas que eran enemigos de la cruz de Cristo (típicamente por supuesto) quienes nunca habían entrado en lo que el juicio en el mar Rojo debiese haberles enseñado, separación de Egipto y sus codicias. "Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos"(Num 11:4-6). "Y el maná hablaba de Cristo descendido en gracia para satisfacer las necesidades de Su pueblo” (Jn.6:32). Pero, ¡ay!, Su belleza, temporalmente oscurecida por asociarnos con aquellos de quienes el apóstol nos advierte "llorando," perdemos nuestra apreciación de esa belleza, aunque Él es "hojuelas de miel" dulce, y "fresco sobre el rocío" ministrado por el poder del Espíritu Santo.

Ellos no tenían corazón para el maná; _ sino que más bien ellos deseaban la carne y los peces de Egipto y los frutos que para obtener ellos debían inclinarse a tierra y aun cavar por ellos. Así es siempre cuando la cruz ha perdido su atracción para nuestras almas; cuando no podemos decir más, "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo". (Gál.6:14)

¿No hemos todos conocido algo de la mortal influencia de la multitud mezclada que "anda" y da una hermosa apariencia en la carne, pero cuyos corazones están todavía en el mundo donde ellos de buena gana quisieran atraernos? ¡Recordemos que, puerros, cebollas y ajos todos dejan su olor detrás!

Usted no puede gustar de estas cosas sin pérdida espiritual. Quizás usted piense que un poco de mundanalidad, un poco de satisfacer la carne, no dañará su testimonio, ni estropeará su gozo de las cosas divinas. Tal vez usted imagina que esto nunca será notado por otros, de los cuales usted respeta su piedad y que velan por su alma. Si usted se permite andar en alguna medida con el mundo, usted al menos estará regularmente de las reuniones y manifestará interés en el evangelio. Pero debe estar seguro que es imposible comer ajos y no tener su olor en la boca, como probar las locuras del mundo en alguna forma sin claramente rebajar el tono de su espiritualidad.

Una noche en compañía mundana, habla mucho. Una tarde en el teatro, ¡qué mal aliento tendremos un día después! Una fascinante y popular novela, ansiosamente devorada, y ¡qué hedor dejará! ¡Indulgencia en vanidades, vestidos mundanos y descuido en el andar, como carcomen la vida espiritual y hacen que el alma deteste el maná! Usted no puede gozar del mundo y de Cristo al mismo tiempo. Uno inevitablemente expulsará al otro.

H. A. Ironside

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