A través de nuestras necesidades aprendemos a conocer a Cristo, su poder, su amor, su interés por nosotros. Y es probablemente la explicación de la mayoría de nuestras pruebas. El Señor nos obliga a buscar socorro en El al permitir un suceso desagradable en nuestra vida. Al tener la respuesta, no sólo hará nuestra fe más firme, sino que nos dará un conocimiento de El que no hubiésemos adquirido jamás de otra manera. Se necesitan lágrimas para conocer a Aquel que consuela; inquietud para encontrar a Aquel que tranquiliza; peligro para encontrar a Aquel que protege y que libera.
Conocer a Dios realmente, es estar verdaderamente apegado a El, quien es la vida y la paz (Juan 17:3). Cuanto más íntimamente conozcamos a Dios, tanto más sólida será nuestra paz, y tanto más seremos elevados por encima de toda dependencia humana.
Autor desconocido
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