“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? ...el que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia” (Salmo 15:1, 4).
En el Salmo 15, David describe a la persona que reúne los requisitos para ser un compañero del Dios Grande. Uno de los aspectos del carácter de este hombre es que sostiene su palabra, aun a costa de sí mismo. Si hace una promesa o un compromiso, permanece leal y fiel.
Tenemos, por ejemplo, a un cristiano que está vendiendo su casa. Viene un comprador y acuerda pagar el precio convenido. El vendedor cierra el trato. Antes de firmar los papeles, alguien le ofrece $5.000 más por la casa. Legalmente, quizás, el vendedor puede rechazar la primera oferta y ganar así $5.000 más en la transacción. Pero moralmente está obligado a permanecer fiel a la palabra dada. Su testimonio como cristiano fiable está en juego.
Tenemos aquí a otro creyente que tiene infectada una muela del juicio. Su dentista lo envía a un cirujano que trata el diente con un antibiótico, luego le da una cita para la extracción. Después de dar testimonio del Señor al cirujano, el cristiano deja la consulta. De camino a casa encuentra a un amigo que le dice quién le puede extraer la muela a mitad de precio. Sin duda puede pagar al cirujano por la obra ya hecha y luego ir al otro dentista. ¿Pero debe hacerlo?
Sue acaba de aceptar una invitación de una pareja de ancianos para ir a cenar. De repente suena el teléfono y la invitan a una cena a la orilla de la playa con un grupo de jóvenes de su edad. Ahora siente que está entre la espada y la pared. No quiere decepcionar a la pareja de ancianos, sin embargo desea desesperadamente estar con los jóvenes.
La decisión es a menudo más difícil cuando están en juego grandes cantidades de dinero. Pero ninguna suma de dinero debe inducirnos a romper una promesa, cancelar un compromiso, desacreditar nuestro testimonio cristiano y deshonrar el Nombre del Señor. No importa cuál sea el coste, debemos demostrar la falsedad del comentario sarcástico de Voltaire: “cuando se trata de dinero, todos los hombres son de la misma religión”.
El hombre de Dios “siempre cumple lo que promete, cueste lo que cueste” (TEV); y “guarda una promesa aun si esto le arruina” (LB).
DIA EN DIA
William MacDonald
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