“Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo” (Jeremías 31:16)
Esteban había sido criado en el campo de misión. A temprana edad profesó fe en Cristo y había sido el medio para guiar a algunos al Señor. Cuando fue a los Estados Unidos para estudiar en la universidad, mantenía un buen testimonio. Pero luego comenzó a ir a la deriva, la frialdad hizo su aparición y comenzó a enredarse en diversos pecados. Pronto comenzó a aficionarse a las religiones orientales. Cuando sus padres le visitaron, quedaron angustiados. Suplicaron, razonaron y rogaron, pero él era inflexible. Finalmente fueron al lugar donde vivía con otros tres. Lo que vieron allí les aplastó por completo.
Fueron a casa y lloraron amargamente. Al ir a la cama trataron de dormir, pero fue inútil. Finalmente a las cuatro de la madrugada decidieron levantarse y tener un tiempo devocional. Les tocaba leer aquel día Jeremías 31, pero el esposo dijo: “¡Jeremías no!” pensando que el llamado “profeta llorón” no les confortaría. Pero el Señor prevaleció y abrieron en Jeremías 31. Cuando llegaron al versículo 16, leyeron: “Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo”.
Miles de padres cristianos hoy en día tienen el corazón destrozado, afligiéndose por sus hijos e hijas rebeldes. Cuando oran, los cielos parecen de hierro. Comienzan a preguntarse si Dios alguna vez restaurará al caído.
Deben recordar que ningún caso es demasiado difícil para el Señor. Han de continuar en oración, velando con acción de gracias. Deben suplicar por las promesas de la Palabra de Dios. Cuando la madre a la que nos referíamos se preguntaba si había sido justificada al reclamar en oración lo dicho por Jeremías 31:16, leyó en Isaías 49:25, “Tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos”.
DIA EN DIA
William MacDonald
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