El carácter de la Iglesia de los últimos tiempos
La tibieza
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente” (v. 15). Esto es tibieza. No es la ignorancia de la verdad lo que produce este mal mortal, sino que aquí se trata del corazón que permanece indiferente a la verdad, después que esta última ha sido traída plenamente ante él. Estas personas no quieren la verdad, porque, para seguirla realmente, ellos sienten que deben sacrificar el mundo y separarse prácticamente de él, a lo cual no están dispuestos. Nosotros deberíamos ser tolerantes siempre que haya ignorancia involuntaria. Pero la indiferencia a la verdad es una cosa totalmente diferente, y algo aborrecible a los ojos del Señor.
Nunca, pues, la tibieza es la condición de las almas que son de simple corazón, sino de aquellos por quienes la verdad ha sido oída y que no están dispuestos para la cruz. La verdad de Dios siempre pone a prueba los corazones de los creyentes. La verdad no es algo que yo simplemente debo aprender, sino que soy probado por ella. Si la oveja se halla en una condición saludable, entonces oirá la voz del Pastor, y ni siquiera reconocerá la voz de los extraños. Pero si la oveja se descarría tras otros, se verá tan confundida que ya no será más capaz de distinguir la bien conocida voz del Pastor. Esto es lo que surgió en Laodicea, y parece que la causa de ello se debe a haber despreciado el testimonio dado en la Iglesia previa. En Filadelfia, Él se manifestó tal como es, y aseguró a cada corazón que le recibió, que como su Nombre era todo para nosotros en la tierra, así también él nos dará Su nuevo nombre en el tiempo de gloria. Cada afecto que haya sido espiritual, todo lo que el Señor obró en nuestros corazones, saldrá a luz más brillantemente en el cielo. El Señor le dice a Laodicea: “ni eres frío ni caliente”. Ellos habían tenido algo que los estimulaba, pues el “frío” no era absoluto. No eran honestos. Laodicea es el último estado de la decadencia, la cual el Señor ya no podía permitir que siguiese más. Es un tiempo en el cual las personas tendrán muchas verdades en cierta forma, pero sus almas no serán ejercitadas por la verdad. Si el corazón hubiese sido, aunque fuese en una mínima medida, sincero —por más ignorante que fuese— hubiese gozado de todo lo que provenía del Señor. Aquellos que tienen una unción del Santo, y que saben todas las cosas, como se dice en 1.ª Juan 2, no son los “padres” (quienes naturalmente también habían sido ungidos de la misma manera), sino los “niñitos” (lit. “bebes”). Esta capacidad de juzgar lo que no es de Cristo, depende de que el corazón sea leal a Él. Por eso, el santo más joven en la fe, con un “ojo sencillo”, es capaz de discernir con absoluta certeza en los casos en que un teólogo está extraviado en “genealogías interminables”.
Todo espíritu que no confiesa, sino que niega a Cristo (al Cristo de Dios), es del anticristo. Hubo, como los hay hoy, muchos anticristos, y la esfera de actividad donde podemos descubrirlos es allí donde el nombre de Cristo es pronunciado. Si Cristo no hubiese sido conocido, no podría haber habido un anticristo, lo cual fue la sombra oscura que siguió a la verdad. Tan seguramente como el Señor obra en sus caminos de gracia, Satanás también está activo. Ser “tibio” era ser falso, con la pretensión de la verdad; y el Señor dice: “Te vomitaré de mi boca.” No conozco en ninguna otra parte que el Señor emplee una expresión tan despreciativa como ésta. Difiere notablemente de la manera en que trató a Sardis, donde se da el juicio general del Protestantismo, a la cual el Señor juzga como al mundo y amenaza con venir sobre ella como ladrón. ¿Es ésta la manera en que medimos nosotros las cosas? Tendríamos que haber dicho probablemente que Jezabel tendría que haber sido considerada como lo peor; pero, ¿no nos habría sorprendido que ser “tibio” era realmente lo peor de todo? Sin embargo, era esto lo que provocó toda la indignación del Señor, y Él solamente es sabio.
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