“Sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Números 32:23)
Dios ha establecido ciertos principios inalterables en nuestro mundo y ningún hombre puede escapar de estos principios. Uno de ellos es que no se puede pecar sin ser castigado.
Algunos de nosotros aprendimos esto en nuestra infancia cuando hurtábamos mermelada u otras golosinas que dejaban una marca reveladora que la madre descubría fácilmente. Pero esta verdad se aplica a toda la vida y está atestiguada en el diario de cada mañana.
El poema “El Sueño de Eugenio Aram” es una notable ilustración de este asunto. Pensando que podía cometer un “crimen perfecto”, Aram asesinó a un hombre y arrojó su cuerpo al río: “unas aguas perezosas, negras como la tinta cuya profundidad era inmensa”. A la mañana siguiente descendió a la orilla del río donde había cometido el crimen. Y buscó el maldito negro estanque, con un ojo receloso y delirante; Y vio en su lecho al fallecido, porque el pérfido río se había secado. Trató de cubrir el cuerpo con una enorme pila de hojas, pero esa noche sopló un gran viento por toda la zona, dejando el cadáver claramente al descubierto. Entonces caí con rostro a tierra, y primero comenzé a llorar, Porque sabía que mi secreto, el mundo no quería guardar, Ni en la tierra ni en el mar, a diez mil brazas de profundidad. Finalmente sepultó a su víctima en una remota cueva, pero años más tarde el esqueleto fue descubierto; fue procesado por el crimen y ejecutado. Su pecado le había alcanzado.
Pero hay otro modo en el que el pecado nos alcanza. E. Stanley Jones nos recuerda que “el pecado se expresa en el deterioro interno, en el infierno interior de no ser capaz de respetarse a sí mismo, al empujarte a vivir clandestinamente en ciegos laberintos”.
Aun si el pecado de un hombre pudiera permanecer de alguna manera sin ser visto en esta vida, es seguro que lo atrapará en la que sigue. A menos que el pecado haya sido limpiado por la sangre de Jesús, será expuesto a la luz en el Día del Juicio. Trátese de acciones, pensamientos, motivos o intentos, el pecado le será imputado así como el castigo ya anunciado. Esa pena, sin duda, es la muerte eterna.
DIA EN DIA
William MacDonald
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