viernes, 22 de abril de 2016

El juicio de la Iglesia profesante



El hombre en rebelión; la Cristiandad en apostasía; la palabra de Dios dejada de lado; el alejamiento de la ley; la gracia despreciada: todas estas formas variadas de mal se encuentran moviendo juntos y fusionándose, y serán al final, el único objeto común del juicio.

¿Está la iglesia profesante exenta de todo este juicio? Ciertamente no. Aunque el trigo será recogido a buen recaudo en el granero, sin embargo, si tomamos la palabra de Dios como nuestra guía, no podemos suponer ni por un momento que la iglesia profesante puede estar exenta de este juicio general. Tomen a Judas, quien escribiendo a los santos dice, que era necesario que él deba exhortarlos a contender ardientemente por la fe que les ha sido una vez entregada; ¿y por qué? Porque, "se han entrado disimuladamente ciertos hombres impíos,. . . los cuales tornan en lascivia la gracia de nuestro Dios, y reniegan de nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo"(Judas 4 - Versión Moderna). "De estos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías" (Judas 14, 15). ¿Pero dónde se encontraban estos falsos hermanos? En la iglesia de Dios, como dice Judas, "Éstos son manchas en vuestras fiestas de amor fraternal"(Judas 12 - Versión Moderna). Ellos no se encontraban entre los Judíos, ni aún entre los paganos, sino en la iglesia de Dios, corrompiéndola, "banqueteando sin temor"(Judas 12 - Versión Moderna), "comiendo impúdicamente" (RV60). Dios ha permitido en forma benévola, que hubiese una manifestación marcada de todas las fuentes y formas de mal que posiblemente se podrían levantar, antes de que el canon de la Escritura fuese cerrado; para que tuviésemos el juicio de la palabra escrita de Dios acerca de todo mal cuando este se levanta.

 Nuevamente en 2a. Timoteo 3, "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, etc.", siendo hecha manifiesta su falsa piedad por ser ellos "amadores de los deleites más que de Dios", y también "tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella". Y noten que no es simple Judaísmo lo que se quiere significar aquí, aunque el espíritu del Judaísmo está en acción. Y también se agrega que, "los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados". Entonces el apóstol (habiéndose ocupado de las variadas características de esos falsos hermanos que "han entrado encubiertamente", cuyas características también nos sirven como una guía a nosotros), da por finalizado todo diciendo a Timoteo, "Más persevera tú en las cosas que has aprendido, y de que has tenido la seguridad, sabiendo de quién las aprendiste; y que desde la niñez has conocido las Santas Escrituras, que pueden hacerte sabio para la salvación, por medio de la fe que es en Cristo Jesús"(Versión Moderna); porque "Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, estando bien preparado para toda buena obra". De esta forma aprendemos, en las instrucciones de Pablo a Timoteo, que el único lugar firme y seguro del hombre de Dios, en este día de iniquidad creciente, son las Santas Escritura; y que, en el sencillo uso piadoso de ellas, como él y su madre y abuela, mujeres piadosas, las habían estudiado -la mismísimas Santas Escrituras que él había leído desde su juventud. No es la autoridad o el poder en lo que el santo puede confiar para ser guiado, aparte de la simple palabra escrita de Dios.

Aprendemos entonces, de estas escrituras a las que nos hemos estado refiriendo, que la ocasión inmediata, el objeto, y la fuente interna de todo el juicio terrible es la propia iglesia profesante. Ella debería haber sido el testigo de Dios en la tierra, la epístola de Cristo conocida y leída de todos los hombres; pero, habiéndose corrompido, es esta iglesia profesante la que principalmente y definitivamente hace descender la ira de Dios. ¡OH! queridos amigos, no puede haber un asunto más solemne que esto, que no sólo Israel y la bestia caerán bajo el juicio, sino que, según la propia palabra de Dios, la iglesia profesante quedará bajo la misma condenación. Yo aplico aquí la palabra 'iglesia' a la Cristiandad, a lo que profesa llevar el nombre de Cristo. 

Que el Señor pueda, en su gracia, abrir los ojos de Sus santos, para que vean el tono y el carácter real de éstos últimos días malos, y para recordar que, aunque Él ha tenido larga paciencia mientras Él está recogiendo fuera las almas para salvación, y en este sentido para tener "entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación" (2a. Pedro 3: 15) -que Su juicio, aunque demorado, no se cambia; porque la palabra ha salido de Su boca, y el único remedio para el presente mal está en el juicio.

J .N Darby
Conferencia en Londres 1852

Traducido por: B.R.C.O

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