LA RUINA Y EL TESTIMONIO
Las tendencias que se manifiestan actualmente, fruto de la acción del Enemigo para hacernos abandonar lo que Dios nos ha dado, son soberanamente peligrosas para el testimonio que nos ha sido confiado. Sabemos que el estado actual en que se halla la Iglesia es un estado de ruina, pero debemos reconocer que aquel en que nos hallamos como cuerpo de testigos es un estado de ruina tan completo como el de la Iglesia.
Muchas almas serias y graves pierden ánimos ante estas constataciones porque preocupadas de si se habían dicho: nosotros somos el testimonio, quienes habiendo visto la ruina nos hemos separado del mal. ¡Y he aquí que les ha sido preciso constatar que la ruina se ha extendido hasta ellos! Yo les respondo: Vosotros estáis arruinados como portadores del testimonio, pero vosotros no sois el testimonio de Dios, pues este no puede ser arruinado. Por un momento ha sido dejado entre vuestras manos; si habéis sido infieles, Dios no os ha quitado todavía la administración de las verdades que os confió. Primeramente las ha revelado a Pablo que fue un fiel administrador, y que a pesar de todo éstas se encuentran entre vuestras manos culpables. Su testimonio permanece: vosotros sois portadores indignos y nosotros nos unimos a vosotros para aceptar con humillación el juicio de Dios sobre nuestra infidelidad.
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