cristiano; la cultura en medio de la cual se teologiza; el cambio social en esa cultura, así sea originado por un proceso tecnológico de occidente o sea de origen rural o popular que lucha por igualdad, justicia y liberación». En otras palabras, la Biblia por sí misma no es suficiente, sino que hay que
tomar en consideración otros factores tales como cultura, raza o lugar de origen e historia, y con esos factores, adaptar el mensaje de la Biblia a fin de que sea adecuado. Tal como lo dice Paul L. Lehmann bajo el subtítulo de Teología contextual en el volumen 29 de Teología hoy, publicado por el Seminario Teológico de Princeton: «El objetivo de la teología contextual es la humanización de la teología». Pero es necesario hacer dos preguntas:
1. ¿Causará tal distorsión de la verdad la contextualización de la Escritura, que dejará de ser la Palabra de Dios?
2. ¿Es inefectiva la Escritura sin esta contextualización?
A la primera pregunta, responderé con un «¡sí!» sonoro. Y a la segunda con un «¡no!» absoluto. La Palabra de Dios, la cual es una obra inspirada del Creador vivo, es más que cualquier otro libro de inspiración humana y ha sido escrita en tal forma, que cada ser humano, rico o pobre, hombre o mujer, inteligente o con deficiencias mentales, entenderá el significado del mensaje del evangelio, si se le presenta en su lengua nativa. Gracias a la labor incansable por siglos de los misioneros, el evangelio en las lenguas autóctonas se ha convertido en una realidad en la mayoría de culturas hoy.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12).
Y si la Palabra es poderosa, entonces es estable y asimismo eterna. Dios en su magnificencia, es el autor de la Escritura, y sobrepasa tiempo, cultura y sociedades. La contextualización declara que las personas y las culturas cambian, y que por consiguiente la Palabra de Dios debe cambiar. Pero contrariamente, son las personas las que necesitan cambiar para amoldarse a la Escritura. Si realmente creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, esto sería claro de ver, pero si pensamos que la Palabra no es infalible, ni inspirada, entonces la contextualización sería la expectativa obvia.
Mientras ciertas partes de la Escritura pueden ser leídas como poesía, tal como sugiere Doug Pagitt, la realidad es que la Biblia es una hermosa obra maestra escrita, y es también un mecanismo vivo que no puede ser alterado, sino que más bien altera el corazón y la vida del lector. Es más que poner
palabras alrededor de la experiencia de las personas como sugieren los emergentes.
La Biblia nos dice que Dios siempre está correcto, que es el hombre quien se equivoca a menudo. Cuando confiamos en el consenso humano, terminamos con la perspectiva del hombre, y no con la revelación de Dios. Esta es una forma peligrosa de perfeccionar una vida espiritual, los resultados pueden llevarnos a un engaño terrible.
Brian McLaren lo expuso bien cuando admitió que no se trata sólo de la forma cómo se presenta el mensaje que los proponentes de la Iglesia Emergente desean cambiar... es el propio mensaje el que ellos están cambiando. Dice McLaren en la página 68 de su libro La iglesia en el otro lado: «Se ha
convertido en una moda entre los pastores innovadores emergentes que conozco, decir: ‘Nosotros no estamos cambiando el mensaje, sólo estamos cambiando el medio’. Este reclamo es probablemente menos que honesto... debemos reconocer que en la nueva iglesia, tanto el medio como el mensaje
están entremezclados. Cuando cambiamos el medio, el mensaje que se recibe asimismo cambia, sin embargo sutilmente. Nosotros igualmente podemos ir más allá de nuestra ingenuidad o negación acerca de esto».
Roger Oakland
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