Si escucha la conversación de los emergentes por largo tiempo, oirá este tema recurrente: Los cristianos están equivocados al confrontar a los no regenerados directamente con la Palabra de Dios. En lugar de eso, debemos poner a un lado nuestro deseo de predicar o compartir las verdades de la Palabra y pasar más tiempo fomentando relaciones y amistades con quienes no pertenecen a ninguna iglesia (un nombre políticamente correcto para los no salvos). Ellos a menudo usan a Jesús como un ejemplo, diciendo que Él no confrontó a las personas, sino que siempre las aceptó por lo que eran.
Un ejemplo está en el libro publicado por Dan Kimball en el año 2007, titulado A ellos les gusta Jesús, pero no la iglesia. En su capítulo «La iglesia arrogantemente asegura que todas las religiones están equivocadas», Kimball se refiere a la historia en donde Jesús está sentado solo cerca de un pozo, los discípulos han ido al pueblo cercano, y Él le habla a una mujer samaritana. Kimball altera la historia diciendo en la página 167: «Dice el capítulo 4 de Juan,que Jesús se detuvo y le hizo preguntas a la mujer samaritana, que no sólo brincó y le dijo: ‘Todos los samaritanos están equivocados’».
Pero Kimball está errado, ¡Jesús hizo exactamente lo opuesto! Él no le hizo preguntas, sino que la confrontó directamente, algo que tal como Kimball dice a través de su libro, es una cosa terrible para hacerle a un no regenerado. Lea las palabras de Jesús a la mujer: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” (Jn. 4:21-26).
Kimball en gran manera basa su premisa en el razonamiento que los cristianos no deben hacer o decir algo que pueda ofender a los no regenerados, incluso aunque sea verdad y esté en la Escritura. El hecho es, que Jesús sí confrontó a las personas con la verdad, como lo hicieron sus discípulos, asimismo los profetas del Antiguo Testamento. ¿Y por qué lo hizo? Él le dijo a la mujer junto al pozo la razón: “Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Jn. 4:10).
No hay preguntas al respecto, la Palabra de Dios es ofensiva a los no regenerados, tal como declara 1 Corintios 1:18: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”.
Y una vez más en 2 Corintios 2:15, 16, cuando Pablo explica así la actitud que encontró cuando les testificaba a los incrédulos: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida...”
Si Pablo hubiera estado ajustando, contextualizando la Palabra de Dios para adaptarla a la cultura y contexto de las vidas de esos a quienes les hablaba, no se habría referido al “olor de muerte para muerte”. Él tomó el estado espiritual de esas personas muy seriamente, y tenía plena confianza que la Palabra de Dios, no alterada e incambiable podía llegar hasta el corazón y alma de cualquier persona que reciba a Cristo por fe. Así sea que el individuo fuere joven, con deficiencias mentales o de una cultura o grupo étnico diferente, el evangelio es el evangelio de Dios, y él lo hizo así para que todo el que le reciba por fe entienda su amor y perdón y tenga vida eterna.
Roger Oakland
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