En 2ª Tes.2 leemos de uno que impide la plena manifestación del mal del misterio de iniquidad referido, que es evidentemente la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia sobre la tierra. Él estorba hasta que "sea quitado". Cuando Él suba con la Iglesia al descenso del Señor en los aires, "Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia. Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad" (2ª Tes.2:8-13).
Éste es ciertamente un muy solemne pasaje, que merece ser cuidadosamente pesado. Éste se refiere a algo que puede tomar lugar muy pronto; un estado de cosas en el cual pueden entrar muchos de aquellos que estamos viviendo hoy. Mientras más minuciosamente este pasaje es examinado, se verá más claramente también que ilustra un terrible período, que pronto vendrá sobre todos los que moran en la tierra; cuando la Iglesia se haya ido, la iniquidad secreta será encabezada por un hombre, el Anticristo de la profecía; y todos los que han escogido la tierra en lugar del cielo como su porción serán entregados a un espíritu de engaño. Esto corta toda esperanza de que alguno sea salvado en aquella hora de tentación que ha de venir (Apoc.3:10); que han escuchado el evangelio de la gracia de Dios en este "día de salvación" (2ª Cor.6:2), y que lo han escuchado sólo para rechazarlo. Esto pone una terrible responsabilidad sobre aquellos que escuchan una y otra vez la proclamación de la salvación a través de la fe en el Señor Jesucristo, y que nunca han creído en Él para sí mismos, sino que han seguido su pecaminoso curso en completa y absoluta indiferencia, o que han supuesto que por confiar en la Iglesia, en un sacerdocio humano, o en ordenanzas religiosas, han hecho la paz con Dios; ignorando de este modo a Aquel que es el único que ha hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz.
Es solemne realmente realizar que si Cristo viene a llamar a los Suyos mientras aquellos están en este terrible estado, ellos ciertamente serán dejados para juicio, porque Dios mismo les enviará un espíritu de error, para que sean condenados a ceguedad judicial. En esta dispensación de gracia, ellos "amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas". En aquel tiempo de profunda angustia ellos serán entregados a la oscuridad que han amado y deliberadamente escogido.
H. A. Ironside
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