Cualquier retrato verdadero del Señor Jesús debe revelarlo como alguien que era manso y humilde de corazón. La palabra "manso " conlleva la idea de quebrantamiento. Es la palabra utilizada para describir un caballo joven que ha aceptado el arnés y pacientemente labra la tierra, con su cabeza que se eleva y desciende, y sus ojos mirando siempre hacia adelante.
Nuestro manso Salvador nos invita a llevar su yugo y aprender a ser como Él. Esto significará una aceptación sin quejas de su voluntad. Cuando las circunstancias adversas vengan sobre nosotros, hemos de poder decir, "Sí... porque así te agradó " (Mt. 11:26). Jesús fue humilde en su nacimiento, un nacimiento que no tomó prestada nada de la gloria de este mundo. Fue humilde durante su vida, sin una pizca de orgullo o arrogancia, sin una fracción de complejo de superioridad. El ejemplo sublime de su humildad fue cuando "se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2:8).
Tú, Salvador, fuiste manso y humilde ¿Y acaso un gusano como yo, Débil, pecaminoso e impuro Podría atreverme a enorgullecerme? (H. F. Lyte)
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