El Apóstol Pedro se refirió también a las malas enseñanzas que surgirían en el testimonio cristiano. Dijo que se levantarían falsos maestros entre los santos de Dios, y que introducirían «herejías destructoras» que muchos seguirían, y ello hasta el punto que designarían como malvado el camino de la verdad (2 P. 2:1-3; 3:16). Una «herejía» o «secta», por definición, es la constitución de una división dentro de la iglesia que se separa en la práctica de otros y que constituye su comunión alrededor de una perspectiva particular. La mas sutil de todas las herejías es la que se desarrolla alrededor de alguna parte de la verdad con exclusión de otras verdades. Puede haber muchos verdaderos creyentes conectados con tales herejías. En contraste a ésas, las «herejías destructoras»
como aquellas a las que se refiere Pedro son sectas que levantan la causa de doctrinas que condenan el alma.
Al contemplar la inmensidad de la Cristiandad profesante, ¿no podemos apreciar las numerosas divisiones y sectas en la iglesia? ¡Se nos dice que existen en la actualidad más de mil quinientas denominaciones y círculos de comunión no denominacionales! Es con gratitud que podemos decir que la mayoría de esos grupos eclesiales no son herejías «destructoras», pero sin embargo se trata de divisiones externas en la iglesia que son de carácter sectario. Por herejía no se designa la enseñanza de falsas doctrinas, ¡sino la constitución de sectas! Y recordemos que la Escritura dice que debemos rechazar las herejías porque son una obra de la carne: de la naturaleza pecaminosa caída (Tit. 3:10-11; 1 Co. 11:19; Gá. 5:20). Es cierto que a menudo las doctrinas falsas están relacionadas con la constitución de sectas, y a eso se debe probablemente que muchos cristianos relacionen la herejía con enseñanzas blasfemas.
http://www.sedin.org/PDFS/ord_Dios.pdf
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