"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:15-17).
Estas series de publicaciones son un análisis de la inquietante tendencia dentro del cristianismo de hoy en día. Nuestra preocupación es que si los que han profesado ser creyentes en Jesucristo se distraen con los aspectos temporales de este mundo, entonces ellos se están desviando de la fe y han sido atrapados en una red de engaño, y en el mejor de los casos van a perder el corazón que Dios desea para ellos y, en el peor de los casos, van a contribuir inconscientemente al reino y a la religión del Anticristo.
Como fue indicado en la primera parte de estas series, el enfoque en cosas de este mundo no es nada nuevo en la historia de la humanidad o de la iglesia. Desde la época de la torre de Babel, la humanidad ha tratado de crear una utopía y edificar un reino, ya sea independiente de Dios o, supuestamente, en el nombre de Dios pero para su propio fin. Para aquellos que se llaman cristianos, hay una simple prueba para discernir si es que han caído en ese engaño y la pregunta es la siguiente: es su manera de pensar y sus acciones coherentes con lo que la Palabra de Dios dice acerca del Reino de Dios, el rapto de la iglesia, las proféticas advertencias de los últimos tiempos para con el mundo, el final desvío del mundo en rebelión absoluta y el destino eterno de aquellos quienes aman al Señor?
La marca del verdadero cristiano es que él o ella está conforme con lo que las Escrituras enseñan. Aquellos quienes están satisfechos con las metas o con las agendas de este mundo, ya sea personalmente o participando en programas organizados que renuncian o comprometen lo que la Biblia enseña, aunque ellos sean en realidad creyentes, están de todas maneras dejándose llevar por la corriente y se están apartando de la fe (Hebreos 2:1). Esto significa que los frutos que uno temporalmente hizo para el Señor y las eternas recompensas van a ser afectadas adversamente, pero no el futuro eterno con Jesús, el cual fue asegurado por el pago completo y la pena máxima que hizo el Señor por nuestros pecados.
La Biblia no es ambigua ni tampoco habla de lo que se avecina en la vida de este planeta como si fuera un tópico esotérico o un misterio enigmático o críptico. Simplemente nos informa claramente lo que ha sucedido en tiempos antiguos y lo que va a suceder en el futuro.
Los profetas del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento nos dicen acerca de eventos significativos que van a ocurrir aquí en la tierra antes del retorno del Señor, y también después, como la destrucción de Jerusalén, la dispersión de los Judíos (Deuteronomio 28:64; Levítico 26:33); el regreso y la reunión de los Judíos después de la dispersión por todo el mundo(Isaías 11:11-12; 43:6; Ezequiel 20:33-38; 36:24) el regreso de Jesús por Su novia, la iglesia, y el arrebatar a los creyentes a sí mismo y llevarlos a la boda en el cielo (Juan 14:1-3; 1 Tesalonicenses 4:16-18); los siete años de la Gran Tribulación, que va a involucrar catástrofes que ocurrirá después del arrebato de los santos (Jeremías 30:7; Mateo 24:21-22); la elevación del Anticristo a una posición de dictador único del mundo entero (2 Tesalonicenses 2:3-4; Apocalipsis 13); el descargo de la ira de Dios sobre la tierra durante los siete años que durará la tribulación (Apocalipsis 6:19); las naciones del mundo, uniéndose todas en contra de Israel para destruirlo (Joel:3:1-2, 9:15; Ezequiel 38); el retorno de Jesús del cielo con Sus santos y la destrucción de aquellos quienes han tratado de aniquilar a Israel (Zacarías 12); la instalación del trono de Jesús en Jerusalén y Su reino sobre toda la tierra desde ese lugar por 1,000 años (Apocalipsis 20; Isaías 65:17-25), y la cicatrización de la tierra después de la devastación que ocurrió después de la Gran Tribulación (Isaías 11:1-10; Ezequiel 47:1-12).
Al término del reino del milenio por Jesús, Él derrotará una rebelión mundial dirigida por Satanás (Apocalipsis 20:7-9). Todos aquellos que se hayan rebelado serán echados al Lago de Fuego (Apocalipsis 19:20; 20:10, 14-15; 21:8). Los cielos y la tierra se disolverán y Dios formará, en manera perfecta, nuevos cielos y nueva tierra y una Jerusalén nueva para aquellos que lo aman, y donde existirá la rectitud (2 Pedro 3:7, 10-13).
Así como todas las profecías relacionadas con la primera llegada de Jesús fueron cumplidas hasta el más pequeño detalle y con 100 por ciento de exactitud, podemos estar absolutamente seguros que las profecías bíblicas en lo que respecta al futuro se cumplirán también con la misma exactitud. Además, estas futuras profecías especifican condiciones espirituales y físicas que van a tomar lugar. Una de las cosas que debe ser obvio observando este escenario profético es que este mundo tiene un propósito temporal que es increíblemente corto comparado a la eternidad. El no darse cuenta de eso es ignorar la realidad que un creyente es un "habitante temporal" aquí en este mundo, pero su ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (Filipenses 3:20).
Nuestra responsabilidad entonces, como Bereanos (Hechos 17:11), es investigar las Escrituras y comparar los movimientos, programas, agendas y otras cosas, que se están promulgando hoy en día en el mundo, y especialmente en el mundo cristiano, y compararlos con lo que se ha profetizado en la Palabra de Dios. Eso nos va a decir a qué o a quienes vamos a apoyar y a qué o a quienes vamos a rechazar, y hasta qué o a quienes debemos oponernos firmemente (Efesios 5:11).
T. A. McMahon
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