Cuando aparecen los errores en la enseñanza, rápidamente se ven molestas consecuencias en la marcha de los cristianos. ¿Debemos dejar, bajo el pretexto del amor, que el mal se desarrolle? Recordemos el severo reproche que debe hacer el Señor a la iglesia de Tiatira: “Tengo... contra ti: que toleras...” (Apocalipsis 2:20).
A veces, el ministerio cristiano debe tener el carácter de un combate. Judas dice al comienzo de su epístola: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (v. 3). Preferiríamos estar ocupados de lo que edifica y regocija el corazón, pero también debemos dedicar tiempo y energía a destruir “fortalezas” (2 Corintios 10:3-5). Se trata de destruir tanto los “argumentos”, como también “toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios”, y de llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo”. Si somos llamados a esto, tengamos cuidado de no tomar armas “carnales” para el combate, sino aquellas que vienen directamente de Dios, aquellas que son “poderosas en Dios” (v. 4). El razonamiento es, en sí mismo, un arma humana, porque los pensamientos de Dios no se someten a los límites de los pensamientos humanos. Así, no se trata de oponer los argumentos verdaderos a los falsos, sino de tomar “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17). Y para utilizar eficazmente esa espada, evidentemente debemos conocerla.
Las epístolas a los Corintios, a los Gálatas y a los Colosenses poseen claramente esa característica de combate por mantener la sana doctrina.
El espíritu con el cual debemos combatir está descrito en las palabras de Pablo a Timoteo: “El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:24-25). Cuando se demuestra que “los que se oponen” no encuentran el camino del arrepentimiento, la severidad para con ellos crece y el servicio de enseñanza se limita al fortalecimiento de aquellos que han sido sus víctimas.
Revista creced
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