VELEMOS... y mantengámonos fieles en los detalles de nuestra vida cotidiana: delante del Señor, para con nuestros hermanos, frente al mundo, estando llenos de humildad y de amor según Dios. Seamos leales en la asamblea, en nuestra marcha colectiva y antepongamos la obediencia a la Palabra antes que cualquier asunto.
Guardémonos del mundo; al unirnos con él, no podremos vencerlo y nos constituiremos 'enemigos de Dios' (Santiago 4:4). Guardémonos de nuestros propios corazones, juzgándonos diariamente a fin de que el Espíritu Santo pueda obrar libremente en nosotros y guiarnos en todo.
VELEMOS. Leamos y meditemos la Palabra de Dios bajo la mirada del Señor, día tras día, individualmente y en el círculo familiar: es nuestra común salvaguardia contra los ataques del adversario merodeando alrededor nuestro y dispuesto a aprovechar cualquier descuido nuestro (1 Pedro 5: 8, 9). Algunos versículos leídos con oración regocijarán nuestros corazones en medio de nuestros quehaceres.
El señor conoce nuestras dificultades; no nos pide que hagamos algo por encima de nuestras fuerzas, Él quiere nuestros corazones. Además, la Palabra de Dios nunca se dirige a los sentimientos humanos: quiere ella obrar en los corazones y en las conciencias. No seamos como el pueblo de Israel del cual se dijo. "Este pueblo de labios me honra, mas su corazón lejos está de mí" (Mateo 15:8 - RV1960).
VELEMOS Y OREMOS. Suban continuamente nuestras preces y acciones de gracias delante del trono de nuestro Dios y Padre. Oremos intercediendo los unos por los otros, supliquemos para las asambleas, para nuestros hermanos y hermanas aislados, para nuestros hijos y parientes inconversos, para que se extienda el glorioso Evangelio, para los pobres y afligidos. . . Oremos.
La oración es el arma del combate de la fe; está siempre a nuestra disposición; como se ha escrito, ella es 'la respiración del alma'. Imitemos a Epafras, siervo de Cristo, "siempre solícito...en oraciones" (Colosenses 4:12 - RV1909).
Si velamos, estando al servicio del Señor, nuestros corazones estarán llenos de la paz de Dios que "sobrepuja todo entendimiento" (Filipenses 4:7 - RV1909), y de un gozo de mucho superior a todo lo que el mundo pudiera ofrecernos, muy superior aún al gozo que nos pudieran traer las circunstancias de la vida, porque aquél será celestial y tendrá su vivo manantial en Cristo mismo.
Amados hermanos, ha tocado para nosotros, la hora del servicio y del testimonio. Es sólo en la tierra que nos es brindada la oportunidad de poder ser, cual antorchas en medio de la noche, testigos del Señor; y esta suerte no la tendremos más que una sola vez. ¡No la dejemos escapar! "La noche viene, cuando nadie puede obrar..." (Juan 9:4 - RV1909).
Pronto ya no se nos pedirán semejantes frutos; cuando estaremos en la gloria con el Señor para siempre, nuestra porción eterna será entonces la adoración.
Que esta esperanza nos santifique y nos anime a seguir velando, negociando nuestros "talentos", sean pocos o muchos, en espera de Su venida.
"A Aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría, al Dios solo sabio, nuestro Salvador, sea gloria y magnificencia, imperio y potencia, ahora y en todos los siglos. Amén". (Judas, versículos 24 y 25).
A.N.
http://www.graciayverdad.net/sanaspalabras/id1.html
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