viernes, 15 de enero de 2016

La verdad profética y el comienzo del movimiento Sionista.

La historia de nuestra esperanza bienaventurada (parte VII)


     Retrospectivamente es asombroso pensar en la confluencia de acontecimientos dramáticos en el cristianismo del siglo XIX.  La profecía en el Nuevo Testamento y la dispensación de la iglesia fueron redescubiertas después de 1.700 años de permanecer en el olvido.  En Europa oriental los judíos intelectuales comenzaron a retornar a la Tierra Santa en una serie de inmigraciones sucesivas que convirtieron el desierto y el pantano en territorio cultivable.

La primera oleada de inmigrantes tuvo lugar en 1882, el mismo año en que el señor Darby partió para recibir su recompensa eterna.  Él vio anticipadamente el retorno de los judíos a su territorio, y tan pronto como comenzó, partió al hogar eterno a morar con el Señor.  A no dudar, esto no fue coincidencia.  Unos pocos años después, en 1897, se reunió en Basilea, Suiza, el primer Congreso Sionista.

Aquí, una vez más, puede verse con claridad el patrón de destino de Dios.  Este congreso fue el resultado de una reunión “casual” entre dos hombres importantes.  En 1880, el reverendo William Heschler, un ministro episcopal que había estudiado con los hermanos de Plymouth, llegó para abogar por el establecimiento de un estado judío.  Debido a su controvertida posición a favor de los judíos, la iglesia de Inglaterra lo envió a Europa.  Mientras se encontraba allí, conoció a Theodor Herzl.  Juntos, estos dos hombres combinaron sus energías en el establecimiento de la Organización Mundial Sionista.

Dos décadas después de la primera reunión Sionista, se alcanzó un punto importante en la historia.  El 3 de noviembre de 1917 se le otorgó la Declaración Balfour a Chaim Weizmann como agradecimiento por ayudar al ejército británico.  En la I Guerra Mundial, este científico judío le dio a Inglaterra una nueva forma para manufacturar pólvora de algodón para restaurar su escaso suministro de municiones.

Poco después de esto, durante los primeros días del Mandato Británico en Israel, se supo que los británicos estaban abusando fraudulentamente de los términos sobre los cuales Israel supuestamente tenía acceso a la Tierra Santa.  De hecho estaban creando deliberadamente crisis tras crisis, para sus propios fines políticos y financieros.

Fue entonces cuando apareció el coronel Ord Wingate, quien servía en Israel para los británicos y fue testigo personal de todos los actos equivocados que se estaban cometiendo en contra de los judíos.  Disgustado se dedicó él mismo a entrenar, organizar y ayudar a equipar al ejército de liberación de Israel.  Tan convencido estaba del derecho que tenían los judíos a su territorio, que fue en contra de su propia estructura de comando para ayudar a los judíos.
¡Es increíble descubrir que Wingate había recibido su instrucción de la Biblia por medio de los hermanos de Plymouth!

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