lunes, 4 de enero de 2016

La verdad profética a través de la Reforma

La historia de nuestra esperanza bienaventurada (parte III)



     En los siglos XIV y XV, John Huss, John Wycliffe, William Tyndale y otros iniciaron su búsqueda por llevar la Biblia a las personas comunes y corrientes.  Enfrentaron una oposición terrible, incluso hasta la muerte.  Para el siglo XVI, Martín Lutero, Juan Calvino y Huldrych Zwingi emprendieron una serie de protestas públicas contra la prolongada corrupción en la Iglesia Católica, originando así la palabra «protestante».

De hecho, la Reforma había comenzado mucho antes de que Lutero clavara sus 95 Tesis sobre la puerta de la iglesia de Wittenburg, el 31 de octubre de 1517.  No obstante, la fecha de su revolucionario desafío es recordada como el comienzo oficial de la Reforma.

Su acción estaba destinada a ponerle fin a muchas prácticas corruptas de la iglesia de Roma.  La práctica de las “indulgencias” estaba designada a quitar el dinero por la fuerza a sus desventurados siervos dominados por las autoridades de la iglesia.  El perdón de los pecados era garantizado en base al dinero recibido.  Se hacían y se vendían reliquias falsificadas.  Era posible comprar la absolución a la iglesia.  El purgatorio, un lugar de castigo temporal después de la muerte, supuestamente podía evitarse si los familiares vivos pagaban a la iglesia para que le pusiera fin a los sufrimientos de las almas de sus seres queridos.  Como resultado de tales prácticas, el ingreso de la iglesia, claro está, fue enorme.

Conforme comenzaba el movimiento y los reformadores ganaban impulso, se originaron varias denominaciones.  Las iglesias de Alemania, Francia, Suiza, Escocia e Inglaterra, eran apoyadas por varias familias reales de Europa.  En general, estaban unidas en la restauración de la doctrina de la salvación sólo por fe.  En la iglesia reformada se enseñaba que cada persona podía adoptar sus propias decisiones espirituales.  Una vez más, y tal como enseñaron los apóstoles, las personas salvas comenzaron a ser vistas como creyente sacerdote, capaz de acercarse a Dios gracias a su salvación personal.

Conforme fueron estableciéndose las iglesias reformadas en Europa, prevalecieron las doctrinas apostólicas de la salvación.  No obstante, pese a todo lo que se dijo y se hizo, las doctrinas escatológicas permanecieron sin cambiar.  En esta área clave, fue el pensamiento de Agustín y de sus sucesores lo que controló las ideas del Reino.  La teología del reemplazo (idea de que Israel había sido desechado para siempre), ésta permaneció como norma.

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