Durante la Reforma, muchos individuos (principalmente ex católicos) trabajaron para restaurar el evangelio bíblico. En realidad, un remanente aparte de la iglesia Católica nunca dejó de creer el evangelio bíblico. Al mismo tiempo la Reforma facilitó a que las Escrituras fueran accesibles a multitudes de creyentes. En respuesta a este evento, la iglesia de Roma hizo bien clara su posición oficial hacia el Evangelio en su asamblea de contra Reforma llamado el Concilio de Trento (1545-1563). Aquí podemos enumerar solamente tres, del llamado Consejo infalible, con más de cien condenaciones dirigidas hacia aquellos que creen fielmente en que la Biblia enseña la verdad del Evangelio:
"Si alguien dice que el pecador es justificado por la fe solamente, es decir que nada más es requerido con el fin de obtener la gracia de justificación... que sea anatema" (Sexta reunión, Canónigo 9). Es porque la iglesia Católica requiere mucho más que la fe para obtener salvación que se ve obligada a anatematizar (o condenar) aquellos que rechazan sus enseñanzas sacramentales.
"Si alguien dijere que la fe justificadora es nada más que depositar la confianza en la misericordia divina que perdona los pecados por el amor de Dios o que estamos justificados por ésta confianza solamente: que sea anatema" (Sexta reunión, Canónigo 12). Vemos nuevamente que de acuerdo a Roma, el creer en el sacrificio final de Cristo en la Cruz, es condenado.
"Si alguien dice que después del recibimiento de la gracia de justificación, la culpa es perdonada y la deuda de castigo eterno es eliminada a cada pecador arrepentido, y que ninguna deuda de castigo temporal queda para ser pagada ya sea en este mundo o en el purgatorio antes que se puedan abrir las puertas del cielo, que tal individuo sea anatema" (Sexta reunión, Canónigo 30). Aunque muchos católicos creen erróneamente que su iglesia ha ido más allá de las declaraciones de sus concilios como Trento, queriendo decir que ya no es aplicable en el tiempo presente, mientras que en ella continúan manteniéndose aferrados firmemente a la necesidad del purgatorio como una esperanza que quema los residuos de sus pecados, y de esta manera habilitándolos para que sean merecedores para entrar al cielo. Esa manera de pensar es un rechazo de la obra terminada de Cristo y por lo tanto es un "evangelio" que no salva a nadie.
Es esencial para todo aquel que dice ser Cristiano y que también dicen amar a los Católicos Romanos — y que cree que la mayoría de los Católicos son salvos porque simplemente "aman a Jesús" — debe entender el oficial "evangelio" Católico (que cada católico está obligado a creer) y así se podrá dar cuenta de cómo este llamado evangelio está diametralmente opuesto a lo que es el evangelio bíblico. En realidad el amar a Jesús significa amarlo como las Escrituras declaran:
"Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5:20).
El "Jesús" Católico, es aquel que no pagó la pena completa por el pecado y quien se mantiene crucificado (en la forma de un crucifijo) encima de los altares, en las iglesias católicas y quien se dice es "inmolado" durante la Misa. Inmolación significa ser "matado" y esto no es simplemente un gesto simbólico, ya que de acuerdo al Catecismo de la iglesia Católica podemos leer:
"El sacrificio al altar, entonces, no es una mera conmemoración vacía del Calvario, sino un verdadero y apropiado acto de sacrificio, donde Cristo el sumo sacerdote por una inmolación incruenta (sin sangre) se ofrece a sí mismo como la víctima más aceptable al Padre Eterno, en la misma manera que lo hizo en la Cruz. ' La víctima es la misma; la misma persona que ahora es ofrecida por intermedio de sus sacerdotes Católicos, es la misma que entonces se ofreció en la Cruz. Sólo la manera de ofrenda es diferente ' "(pp. 445-46).
Esta negación directa del sacrificio completo de Cristo sucede en millones de altares Católicos en directa contradicción a Hebreos 10:10 "En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre."
T. A. McMahon
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