sábado, 18 de junio de 2016

La falta de discernimiento espiritual




 La falta de discernimiento de los creyentes a menudo es evidente por un estado de infancia espiritual (Hebreos 5: 12); es una de las razones por las cuales tantas doctrinas falsas pudieron, por desgracia, propagarse fácilmente en la cristiandad. Muchos cristianos se quedan “pequeños” (niños) (Efesios 4: 14), mientras que deberían desarrollarse y crecer « en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 ª Pedro 3: 18). —La falta de alimento sacado de la Palabra de Dios Si somos “carnales” y en lugar de alimentar nuestras almas de la Palabra y de Cristo en la Palabra, quedamos, — así como los Corintios en otro tiempo (1ª Corintios. 3: 1-2) — enanos espirituales. ¡Y esto, a pesar de todas las pretensiones de conocimiento y de poder! Un estudio puramente intelectual de la Biblia no ayudará al desarrollo del creyente (más bien será un obstáculo), porque las verdades del santo Libro deben ser gustadas y sentidas por el corazón en el cual el amor de Dios ha sido derramado, de tal manera que trazando la Palabra sea probado por una conciencia ejercitada. Solamente así la vida espiritual será enriquecida y el andar práctico corresponderá al pensamiento de Dios. — 


La atracción hacia lo que le agrada al corazón natural 

Para que podamos « discernir las cosas excelentes», es necesario que « vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento » (Filipenses 1: 9-11 versión Biblia francesa) — Es decir, que la vida divina en nosotros se desarrolle y lleve frutos. Si, por el contrario, buscamos aquello que le agrada a nuestros corazones naturales, no tendremos el discernimiento que conviene en las cosas de Dios. Posiblemente, en tal o cual circunstancia, tendremos el deseo de ser fiel, de cumplir la voluntad de Dios, pero no sabremos “ver” lo que nos pide. ¿Quién no lo ha experimentado? De manera que si vivimos « según la carne » nos faltará el discernimiento en las cosas espirituales y, como consecuencia, nos dejaremos conducir por los pensamientos de nuestros propios corazones en lugar de dejarnos gobernar por la voluntad de Dios. 

Un caminar en el temor de Dios y la separación del mal nos hace capaces para discernir la voluntad de Dios 

El apóstol Pedro nos dice que aquel que no manifiesta los caracteres del nuevo hombre está « ciego » (2 ª Pedro 1: 5-9). ¿Si no tiene el discernimiento de su propio estado, Como tendría los pensamientos de Dios? Para que seamos capaces de discernir « la buena voluntad de Dios» (Romanos 12:2), es necesario que habitualmente caminemos, en su temor, separados del mal y viviendo la vida de Cristo. « No os conforméis a este siglo», siglo que está caracterizado por la actividad de los pensamientos del hombre y por las tinieblas cuyo príncipe es Satanás. Esta es la separación exterior; que debe emanar de una verdadera separación interior para Dios: « transformaos por 8 medio de la renovación de vuestro entendimiento ». El creyente fiel evitará toda conformidad con el mundo — social, político o religioso — porque tiene una nueva naturaleza que debe producir en él una nueva manera de pensar y actuar. Su entendimiento es renovado, renovación efectuada de una vez para siempre, porque el nuevo hombre es una creación totalmente nueva y no el resultado del mejoramiento del viejo hombre. En la medida en la cual el creyente vive de la vida del nuevo hombre, una separación interior es producida de cuál proviene la separación exterior que nos transforma, o nos transfigura. Esta transformación se consigue por la contemplación de « la gloria del Señor » (2ª Corintios 3: 18), porque es Él quien nos ha dado la vida nueva, quien es también el objeto y el alimento. Nuestros pensamientos así « transformados », ya no son los del corazón natural, están de acuerdo con los pensamientos de Dios, de tal modo que tenemos el discernimiento de Su voluntad. Esta voluntad es « buena, agradable y perfecta » Sólo el corazón renovado puede decirlo de verdad. Al contrario, para la vieja naturaleza, para el creyente que vive « según la carne », la voluntad de Dios es algo penoso y no presenta ninguno de tres caracteres que acabamos de recordar. « Por cuanto los pensamientos de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden » (Romanos 8: 7, versión Biblia Francesa). He allí una piedra de tope: si la voluntad de Dios (que no habremos discernido nosotros mismos, sino que nos habrá sido presentada) nos es una carga pesada, esto es porque vivimos « según la carne ». Ella es « buena, agradable, y perfecta » para aquel que ha seguido las exhortaciones de Romanos 12: 2. ¡Cuánto nos alumbra esto en nuestro verdadero estado!

Paul Fusier
Traducido de “El Mensajero Evangélico” año 1949 

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