¡Cuánto deberían amar los cristianos, más que nunca, la venida del Señor Jesús! Que sea el gozo diario de nuestras almas, y también un poderoso medio para afirmarnos en la paz y en el andar seguro y cristiano. Que sepamos aplicar el poder a todo nuestro andar. Acordémonos que « una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, esta reservada en los cielos para nosotros, que somos guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1ª Pedro 1: 4-5). Y, mientras tanto acordémonos que Cristo ha dicho: « Mi reino no es de este mundo » (Juan 18: 36), y que nosotros mismos no somos de este mundo, como Cristo no era de este mundo (Juan 17: 14). Hemos muerto y resucitado con Él (Colosenses 3: 1). Apliquemos estos testimonios de la Palabra sobre todo nuestro andar, recordando que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesús que transformará nuestros cuerpos viles a semejanza de Su cuerpo glorioso (Filipenses 3: 20-21). Caminando tranquilamente con Jesús, el Dios de paz permanecerá con nosotros (Filipenses. 4: 9). Nada nos separa de su amor (Romanos 8: 35, 39). Puede dejarnos castigar si es necesario, pero jamás abandona el gobierno de todo. Un pájaro jamás cae a tierra sin que nuestro Padre lo permita (Mateo 10: 29). El Señor Jesús camina sobre el mar agitado como sobre el mar tranquilo. Sin Él, no sabríamos, caminar sobre el uno ni sobre el otro.
Qué Dios nos tenga cerca de Él y nos guarde, a vosotros y a mi, mis hermanos, quienquiera que seáis que améis al Señor Jesús, en la espera fiel y paciente de Jesús que nos ha dicho: « He aquí yo vengo pronto » (Apocalipsis. 22: 12).
J. N. Darby
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