Por Arno C. Gaebelein
Es aquí donde muchas exposiciones del Apocalipsis se han descarriado. Ocupándose principalmente de los símbolos del Libro, los misterios, los juicios y la consumación prometida, han descuidado hacer suficiente énfasis en El, que a través de este libro es de modo preeminente el centro de todo. El lector del Apocalipsis hará bien si lee primero todo el libro con este objetivo delante: ver lo que se dice de nuestro Señor, de su Persona, de su presente y de su gloria futura.
Hallaremos todos los ragos de su Persona y su obra mencionados. El es «el Alfa y la Omega, el primero y el último» (1:11); el Anciano de Días (1:14, comp. con Daniel 7:9); el «Yo soy», esto es, Jehová, El que vivo (1:18); el Hijo de Dios (2:18). Estos términos hablan de su Deidad. Su vida terrena en humillación se toca en la afirmación «e1 testigo fiel» (1:5). Su muerte en la cruz es mencionada también: «El nos lavó los pecados con su sangre» (1:15); «Estuvo muerto» (1:18); «El Cordero que ha sido inmolado» (5:6); «digno es el Cordero que fue inmolado» (5:12). Es mencionado veintiocho veces como el Cordero en el Apocalipsis y cada vez se nos recuerda la cruz y la gran obra realizada allí. Su resurrección también se ve, porque se le llama «El primogénito de los muertos» (:1 5); y El habla de Si mismo como «El que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que estoy vivo por los siglos de los siglos» (1:81); y de nuevo: «El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a la vida, dice esto» (2: 8).
Luego le contemplamos «en medio» de la gloria, visto cara a cara por todos los redimidos y adorado por ellos, así como por las huestes celestiales y últimamente por toda criatura, en cumplimiento de Filipenses 2:10, 11, «Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Apocalipsis 5:8-14). Después del capítulo cinco tenemos su revelación como el ejecutor de los juicios decretados. El abre los sellos; El envía a los siete ángeles con los juicios de las copas, en las cuales se completa la ira de Dios. «Pues ni aun el Padre juzga a nadie, sino que ha dado todo juicio al Hijo» (Juan 5:22). Luego le vemos en la unión gloriosa con la Esposa (19: 7-10) cuando sale del cielo como el Cristo victorioso seguido de sus ejércitos celestiales (19: 11-21), conquistando las fuerzas contrincantes del mal, ejecutando la ira del Dios Todopoderoso, y apareciendo como Rey de reyes y Señor de señores. El capitulo veinte le revela como el Cristo reinante. El y sus santos con El van a reinar sobre la tierra durante mil años. Y todo lo que sigue le revela a El y su gloria, así como los resultados bienaventurados y eternos de su obra.
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