En cualquier lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. » (Éxodo 20:24).
«Mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía... porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna»
(Salmo 133: 1,3).
El libro de los Hechos comienza por una escena muy conmovedora: el Señor Jesús está en medio de sus discípulos. Les habla de las «cosas que conciernen al reino de Dios». Les enseña. Les habla de la promesa del Padre concerniente al Espíritu Santo que recibirían dentro de pocos días en Jerusalén; los discípulos le hacían preguntas, la comunión era realizada. Después de revelarles el poder por el cual serían revestidos (Lucas 24:49), les muestra la misión que tendrán en adelante (Hechos 1:8) Están todos allí reunidos alrededor de Jesús y reunidos aún, van a asistir a esta escena única: Cristo elevado de la tierra ante sus propios ojos y recibido por una nube. Un discípulo que hubiera estado ausente habría sufrido una pérdida irreparable. Si descuidamos una reunión donde Jesús está presente, otra pena es la que le damos, perdemos una parte de la bendición que no se repetirá nunca más. Puede ser que los estímulos, consuelos, o la enseñanza respondan justamente a un problema que me atormenta y ha sido dada en esta reunión... y no he estado allí para recibirla. ¡Que pérdida! ¿No habríais deseado ser uno de sus discípulos presentes, para estar con Él, para escucharlo hablar? No está mas en la tierra sino que nos promete entonces su presencia en la reunión de los suyos. Solo la fe puede apoderarse de esta promesa: «Bienaventurados los que no vieron y creyeron» (Juan 20:29).