lunes, 17 de abril de 2017

Los títulos ostentosos en la cristiandad



“...no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo” 
(Mateo 23:8-10).

 El Señor Jesús advirtió a sus discípulos contra el uso de títulos ostentosos que alimentan al ego y ponen al yo en el lugar de la Trinidad. 

Dios es nuestro Padre, Cristo es nuestro Señor y el Espíritu Santo es nuestro Maestro. No debemos apropiarnos esos títulos en la iglesia. En el mundo, por supuesto tenemos un padre terrenal, en el trabajo estamos bajo la autoridad de jefes o patrones, y en la escuela aprendemos bajo la tutela de maestros. Pero espiritualmente hablando, los miembros de la Deidad desempeñan esas posiciones, y como tales, sólo ellos deben ser honrados. 

Dios es nuestro Padre en el sentido que es el Dador de la vida. Cristo es nuestro Señor porque le pertenecemos y estamos sujetos a Su dirección. El Espíritu Santo es nuestro Maestro porque es el autor e intérprete de la Escritura y toda nuestra enseñanza debe ser dirigida por Él. 

Qué extraño, pues, que las iglesias conserven títulos honoríficos tal como si Cristo nunca hubiera prohibido su uso. Sacerdotes y ministros se hacen llamar todavía “padre” y se refieren algunas veces a ellos como Dómine, que significa Señor. Los clérigos utilizan regularmente el título “Reverendo”, que significa “temible”, y es una palabra que la Biblia emplea en exclusiva para Dios, (ver Sal. 111:9 “santo y temible es tu nombre”). El título “Doctor” viene del Latín docere, que significa enseñar. De modo que doctor significa maestro. Los rangos, merecidos u honoríficos, provienen de instituciones académicas que la mayoría de las veces son hospitales para apestados de infidelidad en vez de baluartes de la fe cristiana. Sin embargo, cuando un hombre es presentado en la asamblea como “Doctor”, lo que se quiere implicar es que sus palabras tienen peso y autoridad a causa de su grado académico. Esto, desde luego, es una frivolidad y está completamente injustificado. Un basurero cheposo, lleno del Espíritu Santo, puede hablar mejor y con más veracidad como un oráculo de Dios. 

Hay lugar para los títulos en el mundo secular. El principio que se aplica en esa esfera es: “pagad a todos lo que debéis...al que respeto, respeto; al que honra, honra” (Ro. 13:7). Pero el principio que se aplica en la asamblea está establecido por el Señor con las palabras: “todos vosotros sois hermanos” (Mt. 23:8).

William MacDonald

sábado, 15 de abril de 2017

Jezabel y los orígenes de la cristiandad paganizada de hoy


(1873–1949)


De las cuatro mujeres mencionadas en el libro de Apocalipsis, dos simbolizan agentes que han propagado la corrupción, mientras las otras dos simbolizan las dos grandes comunidades que Dios ha formado para dar testimonio para Él, y para actuar como Sus instrumentos de gobierno en las edades que han de venir. La primera mujer es descrita en la carta a la iglesia en Tiatira. Ella es aquella que corrompe a los siervos del Señor allí, y el Señor reconviene a esa iglesia por permitir la presencia e influencia de Jezabel en medio de ellos. Él dice, "Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos" (Apoc.2:20).

TIATIRA ASOCIACIÓN COMERCIAL

Tiatira estaba situada al noreste de Esmirna, en un valle fértil en la provincia de Asia. Sus habitantes poseían considerables ventajas comerciales, y al mismo tiempo ellos eran muy inmorales. Los ciudadanos estaban agrupados en varias asociaciones comerciales. Membresía en éstas era esencial para él éxito. Fiestas de estas asociaciones eran tenidas en tiempos señalados, y la forma de proceder en estas ocasiones se caracterizaba por absoluto libertinaje, «el lazo que mantenía estas asociaciones juntas estaba siempre en la religión común en la cual todos estaban unidos, y en las comidas de sacrificios comunes de las cuales todos compartían; los miembros comían y bebían de esta comunión y fraternidad en virtud de la deidad pagana a la cual ellos servían. En el existente estado de la sociedad era imposible desafiliarse de tales asociaciones y de la idolatría. Y la idolatría era de una forma que por su simbolismo y eficacia, ejercía una gran influencia sobre sus adherentes, haciéndolos a ellos miembros de una unidad que era esencialmente no-Cristiana y anti-Cristiana. En segundo lugar, los banquetes comunes eran celebrados en medio de circunstancias de orgías y placeres que estaban lejos de conducir a una estricta moralidad».

«Mantenerse aparte de estos clubes era ponerse uno mismo como siendo hostil a la sociedad existente, y como estando vacío de impulsos generosos y de sentimientos fraternales, y como siendo un enemigo de la humanidad».

jueves, 13 de abril de 2017

La expectativa de la pronta venida del Señor



En el capitulo ocho de la Epístola a los Romanos, comenzando con el versículo 18, encontramos las siguientes palabras:

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.

Volvamos ahora a Filipenses, capítulo 1, versículos 20 y 21:

Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mi el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.

Los cristianos tienen una expectativa maravillosa. Cuando nuestro Señor Jesucristo estuvo aquí en la tierra, habló mucho acerca de su segunda venida. Nunca he podido comprender cómo hay personas que profesan ser creyentes (y no osarla dudar que realmente lo sean algunos) y que no parecen interesarse en la verdad de la venida de nuestro bendito Salvador. Muchas veces he oído a personas que dicen, "No tengo interés en la segunda venida de Cristo. Lo único que me toca es estar listo para cuando El venga".

Por supuesto que es muy importante que estemos listos para cuando El venga, pero decir, "Lo único que me toca es estar listo para ese suceso", me parece un supremo egoísmo. ¿Estoy preocupado solamente por mi condición personal? ¿No tengo una profunda y ardiente expectativa en mi alma, ansiando ese glorioso día cuando volverá mi Salvador? ¿No estoy ansiando verle?

El ha dicho que volverá, y nos ha dicho que velemos y esperemos su venida, que seamos como los hombres que esperan a su Señor cuando regrese de la boda. Y ciertamente si hemos aprendido a amarle, si le conocemos como aquel que murió por nosotros y lavó nuestros pecados en su preciosa sangre, deberíamos estar ansiando su vuelta.

¿No tenéis necesidad de que nadie os enseñe?


“Y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe” 
(1 Juan 2:27).

 A primera vista este versículo plantea algunos problemas. Si no necesitamos que nadie nos enseñe, ¿por qué el Señor resucitado estableció maestros para edificar a los santos para la obra del ministerio? (Ef. 4:11- 12). 

Para poder entender lo que Juan está diciendo, será de gran ayuda conocer el trasfondo de su carta. Cuando la escribió, la iglesia estaba siendo acosada por falsos maestros conocidos como gnósticos. Estos herejes habían profesado alguna vez ser creyentes sinceros en el Señor Jesús y formaban parte de las asambleas locales. Pero con el paso del tiempo comenzaron a promover sus falsas ideas acerca de la humanidad y deidad de Cristo. 

Decían tener un conocimiento superior, de aquí les vino el nombre de gnósticos, de la palabra griega gnosis: “conocer”. Probablemente, el mensaje que transmitían a los cristianos sonaba así: “Lo que tienes es bueno, pero nosotros tenemos una verdad extra. Podemos llevarte más allá de las simples enseñanzas e iniciarte en nuevos y más profundos misterios. Si deseas llegar a la madurez y la plena realización, necesitas de nuestra enseñanza”. 

Pero Juan advierte a los cristianos que todo esto es un engaño. No necesitan a ninguno de estos impostores para que les enseñen. Tienen al Espíritu Santo. Tienen la Palabra de Verdad y tienen maestros ordenados por Dios. El Espíritu Santo les capacita para discernir entre la verdad y el error. La fe cristiana ha sido una vez dada a los santos (Jud. 3) y cualquier cosa que pretenda añadirse es fraudulenta. Los maestros cristianos son necesarios para explicar y aplicar las Escrituras, pero nunca deben ir más allá de lo que está escrito. 

Juan sería el último en negar la necesidad de los maestros en la iglesia porque él mismo era un maestro por excelencia. Pero también era el primero en insistir en que el Espíritu Santo es la autoridad más alta, y que guía a Su pueblo a toda la verdad a través de las páginas de la Santa Escritura. La veracidad de toda enseñanza debe ser probada por medio de la Biblia. Si alguna pretendida enseñanza es una añadidura y reclama igual autoridad, o no coincide con la Biblia, debe ser rechazada.

William MacDonald

lunes, 3 de abril de 2017

La importancia de los pensamientos




“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”
 (Proverbios 23:7)

 A. P. Gibbs acostumbraba a decir: “No eres lo que piensas que eres, sino lo que piensas, eso eres”. Esto significa que la mente es el manantial de donde fluye la conducta. Controla la fuente y controlarás lo que fluye de ella. Por lo tanto, lo fundamental es controlar los pensamientos. Por eso Salomón decía: “Por encima de todo, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). Aquí el corazón es sinónimo de la mente. Santiago nos recuerda que el pecado tiene su origen en la mente (Stg. 1:13-15). Si pensamos mucho tiempo en una cosa, terminaremos haciéndola. 

Siembra un pensamiento y cosecharás un acto. 
Siembra un acto y cosecharás un hábito. 
Siembra un hábito y cosecharás un carácter. 
Siembra un carácter y cosecharás un destino. 

El Señor Jesús enfatizó la importancia de los pensamientos, al equiparar el odio con el asesinato (Mt. 5:21-22) y la mirada codiciosa con el adulterio (Mt. 5:28). También enseñó que no es lo que el hombre come lo que le contamina, sino lo que piensa (Mr. 7:14-23). 

Somos responsables de lo que pensamos ya que tenemos el poder de controlarlo. Podemos pensar en situaciones lascivas y provocativas o en lo que es puro y es como Cristo. Cada uno de nosotros es como un rey. El imperio que gobernamos es nuestra vida pensante. Ese imperio tiene un tremendo potencial para el bien y para el mal. Nosotros somos los que determinamos cuál de los dos será. 

En lo que sigue ofrezco algunas sugerencias positivas que nos ayudarán en cuanto a lo que podemos hacer. Primero, pongamos este asunto a los pies del Señor en oración y digámosle: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10). Segundo, juzguemos todo cuanto pensamos considerando cómo aparece en la presencia de Cristo (2 Co. 10:5). Tercero, confesemos cada mal pensamiento de inmediato y desechémoslo (Pr. 28:13). Seguidamente, procuremos no tener nuestra mente vacía, en blanco. Llenémosla con pensamientos positivos y dignos (Fil. 4:8). Quinto, disciplinémonos acerca de lo que leemos, vemos y oímos. No se puede esperar tener pensamientos puros si alimentamos a la mente con suciedad e inmundicias. Finalmente, mantengámonos ocupados para el Señor. Cuando nuestra mente está en una situación neutral, muchas fantasías despreciables buscarán entrar.

William MacDonald