domingo, 5 de marzo de 2017

El Evangelio no cambiará al mundo.


En el libro del profeta Isaías, capítulo 11:9, leemos que vendrá un día en que “la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”. Es, a la verdad, un maravilloso consuelo para aquellos que ven imperar en toda la tierra la incredulidad, el ateísmo y, como lógica consecuencia, la depravación moral cada vez más acentuada. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo acontecerá todo esto?

Muchos son del parecer que el versículo que acabamos de citar predice la victoria final del Evangelio sobre el pecado y el reino de las tinieblas. Piensan que el Evangelio de la gracia divina será predicado por doquier, antes de la segunda venida del Señor, y que por medio de dicha predicación el mundo se convertirá masivamente a Dios. De este modo, veríamos surgir un mundo cristianizado y sujeto, en todo, a Dios.

Sin embargo, si examinamos detenidamente las Sagradas Escrituras, veremos algo completamente distinto. Desgraciadamente, el mundo no aprenderá justicia por la predicación del Evangelio. El mismo libro de Isaías capítulo 26:9-10 nos dice: “porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia. Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová". Y el capítulo 1 1 :4-5 del mismo libro añade que el Señor “herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura". De este modo será establecido aquel bendito tiempo en la tierra.

El Nuevo Testamento, a su vez, nos enseña claramente que el Evangelio no cambiará al mundo. Al contrario, vemos que el mal se desarrollará más y más, y finalmente alcanzará su cima apartándose abiertamente de Dios y llegando incluso a sublevarse contra él. Y, lo que es más espantoso y terrible, esto no sucederá solamente con el mundo impío, ya que en el cristianismo también notamos una decadencia en muchos sectores, la cual culmina en la apostasía general de Dios.

H. L. Heijkoop


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